Santiago Tlaltelolco.


Publicado por Arturo Guevara Escobar en

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Maquiavelo, el famoso escritor y político italiano del Renacimiento, jamás dijo ni escribió la famosa frase que se le atribuye: “El fin justifica los medios” (”Il fine giustifica i mezzi“). Lo más parecido que se encuentra a esta frase en su pensamiento filosófico está en El Príncipe, en el capitulo XVIII:

“Y en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados.”

De lo mucho que se ha especulado sobre qué le da su naturaleza particular al Ser Humano, se ha hablado del libre albedrío, y la capacidad de auto contención, en resumen en la capacidad de elegir entre el bien y el mal. Aún en actos tan atroces como la guerra el Hombre ha aplicado limites, el honor, el pudor, la piedad… Por lo cual podemos decir; cualquier acto Humano debe contenerse para cumplirlo correctamente y obtener el resultado deseado, inclusive un Golpe de Estado…

México 25 de febrero de 1913.
El General Comandante Militar de México, en oficio de 22 del actual, transcribe el parte que rinde el jefe de la Prisión Militar de Santiago, acerca de los acontecimientos desarrollados en ese establecimiento, y que a la letra dice:


General Bernardo Reyes saliendo del Penal. Cerca de las 4 de la mañana del día 9 de febrero, el joven reporter Víctor José Velázquez se encontró con el General Mondragón en casa de Osorio Mondragón en Tacubaya; suponemos algún fotógrafo se integró de la misma manera a la junta de conspiradores para tomar tan oportuna imagen.

Tengo la honra de comunicar a Ud. Que a las 6 y 30 minutos de la mañana, (del 9 de febrero) estando en los altos de la prisión, tuve noticia que el comandante de la Guardia de la Prisión, Capitán 1/º del 20/º Batallón, Rafael Vega y Roca, acababa de abandonar la prisión con más de la mitad de la guardia llevándose al General de División procesado, Bernardo Reyes; bajé inmediatamente y encontré que efectivamente había unos cuantos guardas en la prevención, al mando del segundo Comandante de la Guardia, Subteniente Jorge Hidalgo: allí me ratificó el Capitán 1/º, Ismael Ortíz, se había fugado con casi toda la guardia el referido Capitán Vega y Roca y el General Reyes y como medida precautoria tenía cerrada la puerta con llave; al asomarme a la calle, vi tendida una columna de tropa desde la Escuela Correccional hacia el Poniente, doblándose por el Sur hasta terminar la plazuela de Santiago y comienzo de la calle del Factor.

Desde luego comprendí era de todo interesante atender a más de 800 presos que tenía la Prisión, mandé contar los de guardia que habían quedado y resultaron 32; hice de cerraran todas las rejas, especialmente la del patio, pues ya la prisión había salido de las galeras; se reforzó en la reja el servicio de seguridad con la tropa de guardia que había quedado, así como con Oficiales Ayudantes de la Prisión; en la azotea mandé seis hombres a las ordenes del Capitán 1/º Ayudante, Franco Bustamante que lo verificaba de paisano y le ordené fuera a vestirse de uniforme y no regresó, desertando. En un estado aparentemente tranquilo, permaneció la Prisión hasta las nueve, que comenzó a dar señales de desasosiego y a las nueve y cuarto se dio el grito de “Viva Reyes” al que aclamaron todos, y comenzó el desorden; la avalancha de gente se echó sobre la puerta, del golpe, logrando abrirla, los soldados del 20/º Batallón allí y otros del interior entregaron espontáneamente sus armas a los presos y con estas se echaron a la puerta principal, así como al alojamiento del suscrito y también tomaron armas y parque que cogieron de los Juzgados. Doce hombres de la guardia con el suscrito, el Teniente Coronel, el mayor y algunos Ayudantes, salimos para afuera a impedir la salida de esa masa compacta de presos y a las nueve y media se estableció un fuego nutrido; los presos tomaron el garitón, ventanas, casa del suscrito, azotea y balcones; las fuerzas y nosotros en la calle; al principio los Jefes y Oficiales Ayudantes, combatieron con sus pistolas, pero a medida que iban cayendo soldados, con las armas de los muertos y heridos, combatimos a los presos. Teniendo conocimiento del suscrito que en el Cuartel contiguo de Caballería, había tropa, mandé a un sargento 2/º del 20/º Batallón, para que viniese a tomar parte y como viera que solo llegaban cuatro soldados, personalmente fui, encontrando a dos y uno en la caballerizas escondido, pero como también se necesitaba de parque, uno de ellos dijo que en los caballos ensillados (que eran más de 30, que se hallaban en las caballerizas) tenían cananas con parque; por lo que incorporé al combate dos de ellos, recogí el citado parque de las monturas y se nutrió a los combatientes de municiones.

Postal distribuida por Miret, La Prisión Militar de Santiago incendiada.


El fuego nutrido duro de las 9 y media de la mañana hasta las doce del día, concretándose nuestra tropa después a esperar la salida de los presos, para hacer fuego u en ratos sí se aumentaba, hasta las dos y media de la tarde en que terminó el combate que ya era sumamente lento, por falta de parque. Desde las 10 a.m. se comenzó a notar que todos los Juzgados despedían humo y como a las doce, la proporción del fuego era intensa, pues todo ardía de una manera formidable, con lenguas de fuego que consumían el Edificio y se extendían a todos los departamentos. A la una de la tarde se presentó el Capitán 2/º, Crecencio Arce, Ayudante de la Prisión, que no se le había visto para nada, manifestando que los presos habían horadado la prisión por la Iglesia y se estaban fugando en cantidad, por lo que ordené tomara cuatro hombres de los pocos que quedaban y fuera él mismo a impedirles la salida, llevándose con los cuatro de tropa y no volviendo a saberse de él, pues después de haber penetrado e la Prisión, lo fui a buscar a la Iglesia pero ni a él ni a su tropa encontré; después supe por los soldados, que dentro de la Prisión y encontrándose con él a la cabeza horadaron la pared para salirse, dirigiendo él ese trabajo. A las dos y media de la tarde ya sin parque y con 8 de tropa, más el Teniente Coronel y dos Oficiales, me puse en contacto con los que quedaban y que eran pocos y se manifestaron obedientes, de estos y los Oficiales procesados acompaño relación para conocimiento de esa Superioridad; además, unos 30 o 40 al trasladarlos al Cuartel de Caballería, corrieron para fugarse. El señor Teniente Coronel Domingo Álvarez, cumplió con su deber con honor y valor, se distinguieron combatiendo personalmente con arrojo el Capitán 1/º Ayudante, Tristo Briseño que fue incansable y fue herido en un brazo, habiéndolo llevado al Puesto de Socorros, la Cruz Roja, y el de su mismo empleo Alberto Díaz, así como el Subteniente del 20/º Batallón que mandaba fuerzas con los individuos de tropa del mismo Cuerpo y los seis del 1/er Regimiento; el Mayor de la Prisión, los Capitanes 1/º, Miguel A. Carranza y 2/º Ramón C, Martel, cumplieron con su deber y hay que lamentar la muerte de los Capitanes 1/os, Franco Bustamante y Juan Somohano, que con valor se portaron hasta que fueron arrollados por las llamas del incendio y quemados. El Capitán 2/º, Ayudante de la prisión, Darío Vasconselos, desde la 8 de la mañana no lo vi hasta que se presentó y manifiesta que quedó en el interior donde estuvo a punto de ser muerto por los presos, logrando por la azotea evadirse como a las doce del día y no se presentó inmediatamente sino hasta después de 24 horas, cosa que no le abona al cumplimiento de su deber; el que no se presentó y consumo deserción hoy, fue el Capitán 1/º, Leopoldo F. Maldonado. Al Capitán 1/º Ismael Ortíz que estuvo diligente, lo mandé a una comisión a—Palacio, para dar parte regresando después. También fue a Palacio a pedir refuerzo a la Comandancia Militar, por mi orden, el Mayor, Luís Izaguirre, Jefe del Detall de la Prisión (Detall es la oficina de archivo, partes y papeleo de un cuerpo militar de tropa).

Postal firmada por TM, del Penal de Santiago Tlaltelolco, a más de las aparentes huellas del fuego, se aprecia el enorme boquete en su muro. En la anterior postal de Miret no se aprecia aun tal desperfecto.


A las cinco de la tarde, que era grande la cantidad de humo dentro de la Prisión y como los presos y Oficiales procesados sentían asfixiarse, fue de urgente necesidad trasladarles, por lo que desde luego los pasé al Cuartel de Caballería de Santiago, adyacente a la Prisión y al verificarlo, se fugaron a la carrera unos 30 o 40, algunos policías reservados les hicieron fuego, disparando sus pistolas, pero como era el gentío en las calles tan crecido, ordené que lo suspendieran temeroso de mayores desgracias; la tropa que había combatido la tenía yo sin parque. Ahora se encuentran los presos alojados en dicho Cuartel, enteramente inseguros, pues tienen salida por todas partes, y con 10 hombres del 20/º Batallón a las ordenes del mismo Subteniente, sin municiones y algunos desarmados.

Me permito informar a esa superioridad que a las seis de la tarde de ayer y cuando todo estaba ya tranquilo, pues se había alojado en el Cuartel de caballería, el resto de la Prisión, se me presentó el Subteniente del 1/er Regimiento, Adolfo Salas, tratando de recoger a dos soldados del mismo Cuerpo que tenía yo escoltando la puerta principal de la Prisión, que ya estaba en estado ruinoso, e impedir la entrada del pueblo al saqueo; entonces fue cuando me enterré de que era el Comandante de esa fuerza que a excepción de seis que prestaron gran ayuda, el resto con el propio Oficial, se escondió en la azotea y no concurrió a impedir la salida de los presos y a reducirlos al orden; después vi que había 20 hombres armados y municionados, y lejos de prestarme este oficial con su tropa alguna ayuda, se encerró en el zaguán, asegurando las puertas de adentro y de la calle y hoy toda su tropa ha estado en completo estado de embriagues, muy insolente, así como el referido Subteniente Salas, al grado de que tuve que extrañarlo con suma energía; además, esa tropa le introdujo licor en cantidad a los presos y ha sido un día hoy de embriagues escandalosa, que con trabajos se ha logrado reducir a los ebrios. Todos los Juzgados se han ardido de una manera completa, la Oficina del Datall de la Prisión, lo mismo y en gran parte, la comandancia y con las oficinas, los archivos y documentos, así como el mobiliario, máquinas de escribir y otros; ya procuré salvar lo que esté en regular estado y aún alguna ropa nueva de la Prisión, que estaba en depósito, gran cantidad de provisiones almacenadas para el rancho de la primera quincena y los útiles de cocina fueron robados y destruidos por los presos; también destruyeron los muebles.

Lo que por acuerdo del Secretario del ramo, tengo la honra de comunicar a Ud. Para su conocimiento y efectos a que pueda haber lugar.

Tengo el honor, mi General, de hacer a Ud. Presentes mi subordinación y respeto.
El General Brigadier, Jefe del Departamento.

Enrique Torroella
Distrito Federal
Al General, Jefe del Departamento de Infantería.