"Domingo 9."


Publicado por Arturo Guevara Escobar en

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El domingo 9 de febrero de 1913 despertó la ciudad sobresaltada. Las personas que se levantan con el alba notaron extraña agitación en las calles. Gentes que corrían apresuradas. Corrillos en que se hablaba acaloradamente. Las tiendas y los estanquillos, los pequeños establecimientos que a esa temprana hora parecen hormigueros humanos, se hallaban cerrados y en las esquinas no se veía un solo gendarme. No tardó en correr por toda la ciudad con rapidez de relámpago una noticia tan estupenda como inesperada: ¡La guarnición so había sublevado contra el Presidente Madero!

Ese amanecer un escuadrón de la Escuela Militar de Aspirantes en Tlalpan toma rumbo a Palacio Nacional. Al otro extremo de la ciudad, en Tacubaya otro grupo de sublevados recorre la cárcel de Santiago Tlaltelolco y de Lecumberri, para liberar a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz.


Cerca de las nueve avanzó por el rumbo de Seminario un inmenso grupo de aspirantes. Marchaban de cuatro en fondo y rodeábalo una multitud que gritaban estentóreos vivas a los Generales Reyes y Félix Díaz al llegar a Palacio, parte de ellos, con el Sr. Gral. Reyes a la cabeza fue a situarse en el costado donde están las oficinas de la Secretaría de Guerra, y parte continuó la marcha.

Frente al edificio se hallaba, en línea desplegada, una sección del 20º batallón, y como a quince metros los soldados del 1er. Regimiento. La fila de este rebasaba unos ocho o diez pasos al Norte de la puerta central, guardada por dos ametralladoras. Los aspirantes notaron en este aparato de fuerza, algo anormal, pero no pudiendo imaginarse un cambio tan brusco en la actitud de la guarnición, siguieron avanzando.

Cuando llegaron casi a la puerta de Palacio, el Gral. Villar sacó una pequeña pistola "Bulldog" y apuntándoles con ella, ordenó secamente: —¡Hagan alto! Después se volvió a los encargados de las ametralladoras y les indicó en voz baja que apuntaran Los artilleros hicieron girar los cañones de sus máquinas de guerra hacia la masa compacta que formaban aspirantes y curiosos. Sucedió un momento de confusión. Creíase escuchar inmediatamente la voz de “fuego” y el trinar de las ametralladoras. Afortunadamente nada ocurrió.


El Capitán de la guardia de Palacio hizo notar al Gral. Villar que las ú1timas hileras del 1er. Regimiento serían acribilladas a la vez que los Aspirantes, sí hacía fuego, y la observación heló la tremenda orden en los labios del Comandante Militar de la Plaza. Los valientes muchachos de la Escuela de Tlalpan se retiraron, paso a paso y la muchedumbre retrocedió con ellos, un Capitán que se hallaba detrás del Gral. Villar les gritó que no corrieran, y contagiado por la conducta de su superior, un artillero, soldado raso, gritó también: —¡No corran! El sargento que servía la ametralladora se volvió entonces airado hacia el intruso y le dijo con toda rudeza: —¡Cállese! A usted que le importa!

Algunos aspirantes habían ido en tanto a poner en conocimiento del Sr. Gral. Reyes lo que pasaba frente a Palacio, suplicándole que no avanzara. —No vaya Ud., mi General, le dijo uno de ellos. Ahí está el General Villar y ha dado orden de hacer fuego. El divisionario sonrió con incredulidad y par toda contestación dijo a los Aspirantes: —Lauro es amigo...... Después repitió dos veces estas palabras, probablemente con la intención de disipar con ellas las últimas dudas que los cadetes pudieron abrigar acerca de las intenciones del Gral. Villar. No era además, el Gral. Reyes, hombre a quien arredrara la actitud equívoca de las tropas y, sea confianza en el viejo amigo, sea que se dejara llevar por uno de esos arranques de audacia de que está cruzada, como por vivísimos relámpagos, su vida militar, avanzó con una pequeña columna, acompañado de su leal partidario el Dr. Samuel Espinosa de los Monteros y algunas otras personas que se le habían incorporado.


Los Federales lo dejaron avanzar, y cuando se encontraba cerca de la puerta principal, se rompió el fuego, trabándose el espantoso combate que sembró de heridos y cadáveres el anchuroso espacio ocupado por la Plaza de la Constitución. El señor General Reyes fue alcanzado par varios proyectiles y cayó del caballo. Su estado no era grave y so hubiera quizás salvado sin la criminal intervención de un individuo llamado Adolfo Baseó, que desempeñaba el cargo do intendente de Palacio. Este maderista se encontraba en la banqueta en los momentos de iniciarse el tiroteo, y al ver caer al divisionario, corrió violentamente y lo remató de un tiro de pistola.

Con el Gral. Reyes cayeron gravemente heridos el Dr. Espinosa de los Monteros, algunos Aspirantes y multitud de curiosos. Los cadetes que quedaron vivos contestaron el fuego, batiéndose en retirada y durante algunos minutos todo fue confusión y espanto. El aspecto de la Plaza después del tiroteo es indescriptible. Había regados en ella cerca de trescientos cadáveres, la mayor pares de personas totalmente ajenas al movimiento, y como quinientos heridos.






Mientras en Palacio se registraba la espantosa tragedia que hemos relatado, en Chapultepec se verificaban acontecimientos de sumo interés para el curso que después tomó la rebelión. El Sr. Madero no se desanimó por las malas noticias que recibía acerca del movimiento felicista. Resuelto a defender su puesto de Presidente de la República se dirigió violentamente al departamento ocupado por el Colegio Militar, y de acuerdo con el Teniente Coronel Víctor Hernández Covarruvias, director del plantel, armó a los cadetes y se internó con ellos por las calles de la ciudad, recogiendo al paso los pocos gendarmes que desorientados y temerosos vagaban en ese momentos por el Occidente de la Capital.

Al entrar la pequeña columna por la calle del 5 de Mayo se dejaron oír varias detonaciones, pasaron silbando algunas balas sobre las cabezas de los cadetes y el Sr. Madero retrocedió hacia la fotografía Daguerre, la histórica fotografía donde en otro tiempo fue lapidado el Sr. Gral. Reyes por las chusmas maderistas, y allí se le unieron el Sr. Gral. Huerta, el Sr. Gral, Garcia Peña, el Ministro Bonilla y poco después su hermano don Gustavo y el Vicepresidente Pino Suárez.

El Sr. Madero, con aquella fe ciega que siempre tuvo en su influjo sobre las turbas, salió al balcón y arengó a un centenar de individuos del pueblo, la mayor parte boleros y expendedores de periódico que se habían aglomerado frente al edificio.

Poco después llegó a la fotografía un oficial a participar al grupo presidencial que podía marchar sin peligro hasta Palacio y el señor Madero bajó a la calle, montó de nuevo en su caballo y tomando por la calle de San Francisco se encaminó a la Plaza de la Constitución, seguido por los Grales. Huerta y García Peña, los ministros Bonilla y Pino Suárez y un grupo de individuos del pueblo que halagando sus oídos con los desusados vítores de hace un año lo empujaban hacia la catástrofe, haciéndole esperar una reacción favorable que levantaría del todo el prestigio ya muerto.

Por la misma calle paso enseguida, solo, a pié, el Sr. Gustavo Madero...

Al separarse del Sr. Gral, Reyes la columna mandada por el Sr. Félix Díaz tomó por las calles de Lecumberri y el Apartado hasta Santo Domingo; continuó por las calles de Medinas y la Santa Veracruz hasta la segunda de Soto y siguió por Mina, Rosales, Bucareli hasta llegar al jardín Atenas, donde está un reloj público. El Sr. Gral. Díaz iba a caballo, vestía un traje gris obscuro, se cubría con un pequeño sombrero de fieltro y llevaba sobre el brazo un ramo de violetas. A su derecha marchaba el Sr Gral. Mondragón.

La columna, unos quinientos hombres más o menos, se componía de los siguientes elementos: Gendarmes Montados, Primer Regimiento de Caballería, Sección de Artillería, Voluntarios y Aspirantes. La fuerza iba muy animosa, lanzando vivas al Sr. Gral. Félix Díaz. Al detenerse en al jardín Atenas, el Jefe revolucionario manda pedir la Ciudadela y se le contestó en sentido negativo, disponiéndose los pocos defensores que había en la fortaleza a resistir. El Gral. Félix Díaz mandó entonces emplazar sus cañones y se rompió inmediatamente el fuego.

Durante diez minutos los disparos de la fusilería y de los cañones, nutridísimos, incesantes, atronaron los aires. Después dejose oír el toque de parlamento… Se dice que una granada bien dirigida mató a treinta de los defensores de la Ciudadela y que el resto, considerando inútil la resistencia dada la superioridad numérica de los asaltantes, resolvió entregar la posición. Los Grales. Díaz y Mondragón pasaron a conferenciar con el Gral. Dávila, Jefe de la guarnición, y una hora después las fuerzas sublevadas entraban a la Ciudadela y empezaban con la actividad requerida por las circunstancias los preparativos de defensa.

Durante la ausencia del Sr. Madero, el Sr. Gral. Huerta puso al Palacio en estado de defensa, colocando fuertes avanzadas en las boca calles cercanas para evitar que los felicistas pudieran acercarse. En la tarde los revolucionarios rompieron el fuego sobre la Cárcel de Belén, entablando con la guardia un tiroteo que duró poco menos de media hora. Muchos de los presos se escaparon en la confusión y otros fueron muertos por las balas que se cruzaban, al escaparse por las brechas que los cañones hablan abierto en los muros. La posición fue ocupada por los felicistas por considerarla de interés a causa de su proximidad a la Ciudadela.

A partir de este combate, gobiernistas y sublevados permanecieron en sus respectivas defensas, no registrándose nada digno de mención hasta el martes en la mañana que comenzó el ataque a la Ciudadela.

La decena Trágica en México, Datos verídicos tomados en el mismo teatro de los sucesos por un escritor metropolitano. Edición de “El Obrero”, León Gto., 1913.





LAS IMÁGENES.

Por mucho tiempo casi ha sido una norma en el mundo editorial el uso indiscriminado de las imágenes fotográficas, como mero relleno ilustrativo, y muchas veces nos preguntamos ilustrativo de qué, llegando a verdaderos absurdos. Como muestra un botón:


En el tomo 1 de la colección Grandes Batallas del Siglo Veinte, Editorial UTEHA 1982; la fotografía de Madero entrando en la plaza de la Constitución la mañana del 9 de febrero de 1913, se usa con el siguiente pie: El presidente Francisco Madero (a la izquierda, a caballo) hace su entra triunfal en México D. F., tras la caída de Porfirio Díaz. Con extrañesa vemos que en una publicación como 20/10 Memoria de las Revoluciones en México, en su número 2, septiembre-noviembre del 2008, en su artículo "Infancia y Revolución" de Vicente Quirarte; y en la misma publicación en el artículo de Héctor L. Zarauz López y Carlos Silva, La Revolución en la ciudad de México 1900-1920, se cometa exactamente el mismo error.

Por lo mismo, siguiendo la pauta que iniciara el historiador de la imagen revolucionaria Miguel Ángel Berumen, hemos seleccionado fotografías que sean complemento del texto y que genere una retroalimentación con él. Intencionalmente las he dejado sin notas para no distrae del texto y que fuera más clara su vinculación a él.

Del primer bloque de cuatro imágenes: Las podemos encontrar tanto impresas como fotografías, así como en postales, y con un rotulo o sin él. Conforman un grupo homogéneo por las características del rotulo, de estilo y de los acontecimientos. Por lo tanto se pueden asumir como una serie de un mismo autor, todas ellas se encuentran catalogadas como anónimas.

El rotulo en todas ellas muestra una distorsión en todo el trazo por un temblor constante; para ello doy una explicación e hipótesis: el fotógrafo estaba presente en la Plaza de la Constitución a las 9 de la mañana cuando el grupo felicista hace su ingreso, se colocó entre las tropas federales desplegadas frente a Palacio Nacional y los insurrectos, en la última postal el rotulo dice: “Federales defendiendo Palacio Rompiendo fuego”. No se trata de un mero título, en la fila de tropas más cercanas a la puerta Mariana se ven claramente las nubes de humo de las detonaciones.

Estar en esa posición necesitó de valor, y a cualquiera le hubiera alterado los nervios, por decir lo menos. Sí el fotógrafo revelo e imprimió sus imágenes cuando su estado de ánimo estaba todavía alterado por los dramáticos hechos, seguramente le hubiera fallado el pulso. De ser cierta esta hipótesis, inmediatamente terminado el tiroteo el fotógrafo corrió a revelar e imprimir sus negativos.

Que aparezcan versiones con rotulo y sin rotulo, no siempre es resultado del pirateaje, dada la necesidad de imprimir por contacto, uno por uno los positivos, imprimir un ciento llevaría horas, y era costumbre para los grandes productores sacar copias de los negativos para agilizar el proceso, y la rotulación no siempre se repetía, o no de la misma forma.

¿Quién pudo ser el fotógrafo?

Como hipótesis también, se las acredito a Aurelio Escobar Castellanos. A. Escobar, a parte del material registrado como H. J. Gutiérrez, produjo postales durante la Decena Trágica rotuladas con letra Palmer, y aunque las muestras se desfiguran por el temblor del pulso, aun así comparten características comunes a las de A. Escobar, como la forma de las capitales, tamaño, trayecto del renglón, ángulo de inclinación, etc.

El segundo bloque como el anterior consta de postales y fotografías, rotuladas y sin rotular; dos acreditadas a Osuna una a Miret y la otra anónima (a veces atribuída a Hugo Brehme), en realidad todas las podemos atribuir a Osuna y también forman una serie homogénea. Después del enfrentamiento entre federales y felicistas, los curiosos inundan la plaza recorriendo la espantosa escena de cadáveres humanos y de equinos. De estas fotografías y de otras correspondientes al grupo, deducimos que al retirarse los felicistas combatiendo, el tiroteo se continuó hasta la Alameda Central, sembrando de cuerpos inertes todo el trayecto.

Llegamos al tercer bloque una postal anónima, una pirata, y dos fotografías de Manuel Ramos, y como pueden suponer en realidad todas acreditables a Ramos de una misma serie. Como sí se tratara de relevos, después de Escobar llega Osuna y al retirarse este le toca su turno a Ramos. Manuel Ramos capta las escenas de la llegada de la cruz Blanca y socorristas, y la remoción de heridos y muertos.

Mientras esto sucede al interior de Palacio Nacional es retratado el cuerpo inerte del General Reyes, la fotografía esta firmada por las letras TM, Miguel Ángel Morales ha identificado las iniciales como representativas de la mancuerna Samuel Tinoco y Eduardo Melhado.

Los sucesos se desarrollan rápidamente y en un amplio espacio físico, los fotógrafos corren a sus estudios, los ayudantes van de un lado a otro, hay que decidir a donde y cuando. Otro grupo de fotógrafos sale al encuentro del señor Madero y lo alcanzan en su refugio en el local de la fotografía Daguerre, Av Juárez nº 4.

La Casa fotográfica Daguerre, toma su nombre del pionero francés de la fotografía: Louis-Jacques-Mandé Daguerre, quien junto con Joseph-Nicéphore Niépce son los inventores de la fotografía. El dueño de la Casa fotográfica era José Martínez Castaño. En cuanto a Daguerre es muy reducido el material que se le acredita durante la Decena Trágica, inclusive la fotografía donde aparece el señor presidente Francisco I. Madero entre otros asomándose de un balcón del local de la fotografía Daguerre, no es atribuida a Daguerre, o tendríamos que decir: José Martínez Castaño; sino recientemente se le acredita a Gerónimo Hernández. Agustín Martínez mantenía otra fotografía Daguerre en la calle de Naranjo, seguramente pariente del anterior.

Las demás tomas del cuarto bloque corresponde nuevamente a Osuna, mostrando a Solón Argüello entre el grupo de presentes en la acera de la fotografía Daguerre; y la llegada de Madero al Zócalo y Palacio Nacional. José Juan Tablada en su diario relata la llegada de Madero a Palacio a las 11:30 am., aunque las sombras más bien sugieren antes de las once. En este momento a parte de Osuna y Gerónimo Hernández, también se sumo A. V. Casasola y algunos otros que aparecen retratados por ellos.

Quinto bloque, las cuatro fotografías se acreditan a Hugo Brehme. Nuevamente José Juan Tablada, nos informa que a las 3:30 pm., tras un segundo intento el General Félix Díaz entra en la Ciudadela. Sabiendo que transcurrió una hora de parlamento antes de la entrada y que el cañoneo fue de uno 15 minutos, este debió ser alrededor de la 1 pm.

H. Brehme llega a la Ciudadela antes de las once, en la primera toma, vemos felicistas y socorristas en una actitud bastante pacifica, seguramente mientras el Gral. Díaz solicitaba la rendición por primera vez; la columna del Gral. Díaz llega a su objetivo mientras o después del tiroteo en el Zócalo. La segunda fotografía es posterior al cañoneo y la rendición, en la azotea de la Ciudadela en su fachada norte se agrupan los militares recién caídos en combate, las sombras son aproximadamente de las 3:30 pm.

No todos los felicistas se encierran en la Ciudadela y la Caballería espera en las afueras, una buena pregunta es saber donde la colocaron. La última toma es anterior al cañoneo del penal de Belén, alrededor de las 5 pm. La batería se coloca en la esquina de Balderas y Arcos de Belén, en el depósito de municiones se ven 9 huecos, mismo número de municiones acomodadas sobre el suelo, no se ha disparado todavía.

Sexto bloque: fotografías también anteriores al cañoneo de Belén, la primera de Garduño, muestra dos baterías de artillería frente al jardín Morelos, en la segunda fotografía de Ramos, los felicistas posan en un cañón sobre la entrada central de la fachada sur. Tercera fotografía probablemente de Brehme, retrata el botín de artillería capturado por los felicistas al interior de la Ciudadela, aunado a la artillería original de los sublevados les daba una ventaja numérica y cualitativa. La última imagen también de Garduño, muestra la raquítica defensa de Palacio Nacional, la artillería gubernamental necesitaba reforzarse...

Recordemos que Aurelio Escobar probablemente va esa tarde a la Ciudadela donde hace tomas elevadas del edifico (La cámara anónima), y Agustín V. Casasola lo retratan en la bocacalle de Balderas y San Antonio (Reflex o View).

Exceptuando a Aurelio Escobar, todos los mencionados son colaboradores de la Agencia fotográfica Casasola, y parecen desarrollar un trabajo consensuado durante la mayor parte del día, en la tarde con la tensa calma de la espera cada uno busca sus acercamientos de manera independiente.

Para el discurso gráfico no use todo el material disponible que se puede ubicar en el día 9 de febrero, pero sí todo aquello que ejemplifica secuencias diferentes, la tendencia indica un esfuerzo por cubrir todos los ángulos posibles de los acontecimientos, y no sería ninguna sorpresa encontrar material ilustrando detalles que aquí no hemos mostrado.

Otro detalle de acotar es la eficiencia de los servicios de socorro durante el primer día de la Decena Trágica.

También se puede leer:

Shrapnel.
El horror. Cremación de cuerpos en la vía pública.
La Decena Trágica. Antecedentes. La "H. J,. Gutiérrez" previo a la decena.
La Decena Trágica. Los fotógrafos.
La Decena trágica. La cámara anónima.
La Decena Trágica. La competencia.
La Decena Trágica. Gutiérrez-Retes.
La Decena Trágica. Tarjetas conmemorativas I. Serie editada por la American Book & Printing Co.
Decena Trágica. Daguerre o Escobar.
Decena Trágica. H. J. Gutiérrez. Serie de 63 fotografías.
"H. J. Gutiérrez", la Decena Trágica. Análisis de la serie fotográfica de la "H. J. Gutiérrez".

LOS HECHOS:

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